lunes, 3 de diciembre de 2007

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Nina Chiara:

EL PODER DEL FUEGO NEGRO

Nina Chiara es una compañía que no pretende hacer danza indígena, sino que ésta sea su inspiración. Nos abrieron las puertas de su hogar para contarnos su historia, sus proyecciones, su opinión del arte hoy y lo difícil que es vivir de su pasión.


Por Carolina Roco.

Un camino de piedras guía hasta una pequeña mesita con un mantel morado. Suena Violeta Parra, huele a incienso y menta. Una pequeña bodega hace el papel de casa para tres integrantes de la compañía de danza Nina Chiara. Detrás está la construcción de un pequeño teatro en el que buscan proyectar documentales y películas.

“Bájale el volumen, pero no cortes a la Violeta” le pide con una sonrisa Christián Pino a Noela Salas. Ambos tienen una basta trayectoria, que se ha dado de forma paralela. Juntos empezaron a trabajar en el 2004 y 2005 en este proyecto; luego viajaron para estudiar y al volver lo retomaron, trabajo que este año se hizo público.

Nina Chiara significa Fuego Negro en aymará. El grupo debe su nombre a la admiración de su creador, Christian, por Pablo de Rokha. Fuego Negro es un libro escrito por el poeta a su esposa Winnet de Rokha cuando ella murió. “Lo que yo tengo pensado hacer como teatro, danza y música es una cuestión popular, pero impulsa lo que hacía Pablo de Rokha, que siempre estuvo desesperado porque nadie lo entendía cuando el quería que todo el pueblo se culturizara”, cuenta. La búsqueda de la compañía está enfocada en las danzas originarias, por esa razón, han buscado entre lo mapuche, lo quechua y lo aymará.

Nina Chiara está formado por seis integrantes estables, más otras personas que van colaborando. Ellos basan su trabajo en la esencia originaria. Christián reconoce que están cansados de la búsqueda y de lo que han descubierto afuera. Los europeos encontraron la misticidad en oriente. Él, como muchos, partió en busca de algo parecido, y luego se dio cuenta que acá, en lo propio, estaba lo mismo, es ahí donde está la inspiración de su trabajo.

“Existe toda una historia de rituales en las danzas originarias, de entrega, devoción y fe, que si eso se traspasara al teatro, podrían crearse grandes obras”, afirma Christian. Noela agrega que “no es un imitación. No es ir y hacer una danza con orígenes de pueblos latinoamericanos. No es hacer música mapuche o música quechua, sino que son inspiraciones que tiene que ver más con las figuras rítmicas que uno puede reconocer o con las tonalidades”. Así, se apuran en decir que no pretenden hacer una copia de danzas originarias, sino que éstas son una inspiración para su trabajo.

Entre vasos de té verde mentolado, Noela cuenta que lo más importante de lo que ellos buscan radica en la transformación, es decir, pasar de un estado a otro. Han comprendido que así, como aquellos que viajan al exterior y se emocionan con los bailes en que se entra en un trance interpretativo, o sea, un momento en que dejas de ser tu mismo, nosotros acá podemos emocionarnos, porque suceden cosas similares en nuestra cultura latinoamericana.


DUEÑOS DEL TEATRO

Para ellos en el medio chileno muy poca gente hace teatro de verdad, se envician con lo que hacen, cierran su círculo y se sienten dueños del teatro, sintiendo su trabajo como la verdad única. Es casi imposible no creerle. Christian, con su voz segura demuestra que ama esto con su vida, al escucharlo no queda duda alguna: ellos no pretenden repetir el discurso de muchos.

“Yo no comprendo esas compañías que se juntan un mes y que son rostros hermosos y dicen hagamos una weá así como súper chora, súper loca y nos disparamos en escena y que salte sangre, si total se va a llenar porque somos ricos. No los soporto, porque matan el teatro. Es muy poca la gente que en verdad ama esto”, sentencia.

Christian aprendió con el tiempo lo que era realmente el teatro, sobre todo al ver al abuelo de Noela, Nissim Sharim. Esa capacidad de transformarte y de trasportarte sin
la necesidad de la gestualidad extrema ni del movimiento excesivo. “Las personas que se sienten dueñas del teatro, son las que menos saben al final”.

RAYMI, SE CONCRETA EL TRABAJO

Raymi es un proyecto de experimentación y se concretó técnicamente con personas que aparecieron en el camino. Vestuario, video y escenografía fueron colaboraciones. A medida que se hicieron las funciones en el Musero Chileno de Arte Precolombino, se formaba un fondo de dinero, y al final de la temporada se dividió un porcentaje para cada uno de los participantes. Raymi es un diálogo constante con la música en vivo y la imagen audovisual, componentes que están fijados dentro del discurso total y no actúan sólo como fondo estético.

Para ellos, su rol social radica en decir lo que creen que está mal o están en desacuerdo y lograr transformaciones. Llevarle a la gente el teatro, a los que tienen abandonados y que con ellos alucinen.

Con respecto a esto mismo, recuerdan cuando al regresar de una gira por Europa, realizaron una presentación en Alto Hospicio. En un principio llegó poca gente, ya que no les habían informado de la existencia del evento, pero al escuchar la música el gimnasio empezó a llenarse al punto que tuvieron que cerrar el ingreso. Christian exigió que las puertas se abrieran y finalmente mostraron su trabajo frente a un gimnasio lleno que gritaba: "otra, otra", pidiendo una obra más.

Para ellos todo lo vivido en Europa quedó en nada luego de tener aquella experiencia, en donde acercaron su trabajo a personas que no tenían la posibilidad de verlos, pero que lo valoraron mucho más que en otras partes del mundo.


AUNQUE TODO ESTÉ EN CONTRA

El financiamiento sale todo de sus bolsillos. Entre pegas van juntando para mantenerse, “vivimos al tres y al cuatro, no vivimos bien. Esta casa es un intercambio, nosotros limpiamos todas las oficinas del lugar para tener una espacio para vivir”, cuentan.

Según su experiencia, el Fondart se ha transformado en un fondo de gente “experta en Fondart”. “Hay gente que sabe armar uno y se los gana siempre, porque sigue paso por paso los puntos que saben que tienen que poner, aunque sea mentira y no tengas idea que vas hacer”, dice.


Sienten que el proceso está mal enfocado, que las comisiones deberían preocuparse de ir a ver
en qué están y que pretenden hacer. Muchos se han perdido en el camino por
no tener fondos y no saber hacer un Fondart. “Deberían tener un trabajo más profesional de ir y ver si están trabajando. Hay gente que hace un trabajo increíble”, asegura Christian y son estos los que no tienen la oportunidad de recibir apoyo de parte del Estado.


Cuando Christian habla parece transmitir sus experiencias y es como si al mismo tiempo que relata lo estuvieras viviendo sin haber estado ahí. Los integrantes de Nina Chiara traspasan toda la energía, su trabajo y su esfuerzo, sus ganas de hacer algo diferente, de luchar contra todo, por lo que ellos consideran su vida.


“Al final tienen que creer en lo que hacen” aconseja. Nina Chiara es pasión pura. Es un trance a través del poder del fuego negro.






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